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Entre deseo y goce, ¿dinámica o economía? | Productos | Cuatro+Uno
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Entre deseo y goce, ¿dinámica o economía?
Gerardo Arenas

 

En el Seminario 6, Lacan mostró que el goce es una defensa frente al deseo, y destacó la potencia del deseo del analista como arma contra el goce.

Hace poco, Miller lo generalizó al afirmar que un deseo (no solo el del analista) puede tener la potencia suficiente para conmover la rutina del goce.

No obstante, empleando argumentos de Freud, del último Lacan e incluso de Miller, también cabe defender las dos tesis contrarias: la del deseo como defensa frente al goce, y la de la potencia del goce frente al deseo.

Pero hay además una evidencia clínica: solemos recibir pacientes cuyo deseo ha sido aplastado por un modo de gozar.

¿Entonces qué? ¿El goce es defensa frente al deseo, o al revés? ¿El deseo es potente frente al goce, o al revés? Houston, tenemos un problema.

Tal vez el problema sea nuestra concepción dinámica de un conflicto entre deseo y goce, pensados como fuerzas antagónicas: una se defiende de la otra, que tiene la potencia necesaria para vencerla.

Pero ¿cuál es el conflicto? Si el deseo es indestructible y la pulsión siempre se satisface, ¿por qué ambos, deseo y goce, no siguen su camino? ¿Hay lucha necesaria entre ellos? En la mujer no, observa Lacan.

La primera tópica freudiana es afín a la idea de un conflicto entre dos instancias y, por lo tanto, a la noción de defensa. La segunda, en cambio, pinta más bien a un sujeto tironeado por tres amos, y aunque Freud mantenga su concepción de la defensa, esta culmina en el planteo de una escisión subjetiva resultante de ese tironeo.

El mismo año (1938), Lacan afirma que el defecto más notorio de la doctrina analítica es descuidar la estructura en beneficio del dinamismo. Las formalizaciones estructurales de Lacan procuraron remediar ese defecto.

Sin embargo, ocho décadas más tarde, ¿no seguimos acaso recayendo en el mismo defecto, al sostener una noción de defensa basada en oposiciones dinámicas?

En Freud, lo más parecido a un planteo estructural es su idea de una economía libidinal: si una cantidad x de libido aparece en un lugar, tiene que haber sido debitada en otro lugar. Pero ese modelo cae hacia 1925, pues fracasa en el abordaje de la angustia.

Quizá convenga abandonar el debate entre las dos parejas de tesis contradictorias que al comienzo señalé, considerar la posibilidad de que entre el deseo y el goce no haya una dinámica conflictiva, sino una economía estructural, y dar algunos pasos hacia una economía del goce que tome en cuenta el deseo.

El nudo borromeo que Lacan emplea en "La tercera" para distinguir entre sí tres tipos de goce es, en cierto sentido, conceptualmente insostenible, pese a lo cual puede valer la pena reciclarlo como punto de partida para la construcción de tal economía.

Así, lo que a ojos de la dinámica aparece en forma de conflicto y defensa, podría entonces concebirse como resultado de una estructura que impone entre el deseo y el goce unas condiciones económicas tales que a veces uno vaya en detrimento del otro, y otras veces no.

Freud vaciló entre considerar que el núcleo del ser fuese un deseo o una pulsión. Acaso esta nueva perspectiva permita entenderlo más bien como una entidad dual, hecha de deseo y goce, y superar así otras antinomias teóricas.