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Inconsciente y política | Productos | Cuatro+Uno
PRODUCTOS

Inconsciente y política
Julio Riveros

"El inconsciente es una experiencia política"
Jorge Alemán

El ascenso del objeto a al cenit de la civilización contemporánea- como señaló J.-A. Miller,- es un efecto del capitalismo como modo de producción dominante.

La ciencia actual y la técnica en su inquietante alianza con ese modo de producción, incide en el uso de las cosas, en los cuerpos, en la hegemonía de la imagen y del espectáculo hacia una disciplina global de nuevo tipo instalando paradigmas inéditos.

Si el contexto es un Leviatán hobbesiano atravesado por dispositivos de tecnologías ultra sofisticadas y violentísimas. Si el poder de las sociedades de control y los señores de la guerra perfeccionan su eficacia global, entonces, qué lugar para la experiencia analítica cuando el plus de goce está comandado por la pulsión de muerte con el resultado de un desamparo masivo, sin hablar del flagelo de los exterminios territoriales, del estrago de la segregación y del racismo, más allá de las estrategias argumentativas de los estados y los dispositivos mediáticos.

Es preciso un nuevo punto de capitón para descentrar al sujeto post-metafísico de su fascinación por el consumo como único modo de soportar la Existencia. Quizás un modo de pensar ese paso sea lo que Giorgio Agamben en "Profanaciones" sitúa en relación al uso de las cosas mismas, profanándolas de su estancia religiosa para imprimirles un nuevo uso, rescatándolas de su condición de mercancías fetiches.

Una nueva aproximación -política- de la praxis es necesaria, dado que si la orientación es por lo real, ese real no siempre es el mismo.

No hay ontología que garantice absolutamente nada. En ese borde se juega la existencia del sujeto de esta época, capturado en un sinnúmero de figuras de goce autoerótico.

No es excesivo afirmar que el capitalismo no es solo un modo de producción económico/político, también implica un modo de vivir la pulsión.

Entonces, ¿cómo operar en este contexto?

Aristóteles sitúa una lógica que da cuenta de lo particular, pero no es suficiente para dar cuenta de lo singular, no es el envés de lo universal. El estatuto del universal no es de la misma estofa que la del singular.

Singular es el rasgo de goce que deja como letra la instilación de la lengua en el viviente. Esto es, un goce que nada tiene que ver con la noción de uso, un goce parasitario para el que no es posible la cesura marxista en valor de uso/valor de cambio.

Se trata de ese incurable que como escritura sinthomática "es lo que posibilita que cada uno anude su realidad Simbólica, Imaginaria y Real".

Sin sucumbir al bucle sin corte del discurso capitalista, la orientación por lo real del discurso analítico conduce a la singularidad de un rasgo de goce irreductible. No se trata de una salida para todos ni de un procedimiento científico comandado por la estadística o el fármaco.

Una respuesta lacaniana a la colectivización del Ideal contemporáneo es el acto de fundación de la escuela. Su fundamentación es heterogénea a cualquier figura del dogmatismo, de una lógica para todo x.

La escuela es un concepto, soportado en una lógica inconsistente y no en la conformación de una masa artificial. No propicia una sociedad analítica sostenida en los efectos de masa.

En tanto en el núcleo de ese colectivo no habite una respuesta sobre lo que es un analista de modo stándard, ese lugar permanecerá vacío.

La escuela, por tanto, es el modo en que se inscriben en una comunidad, los tres no hay lacanianos: la relación sexual que no existe, no hay Otro del Otro, no hay metalenguaje. La escuela equivale al vacío que la constituye, por tanto es conceptualmente anti-totalitaria..

No saber es fundante en la política lacaniana.