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La satisfacción del cartel | Plenarias Jornadas | Cuatro+Uno
PLENARIAS JORNADAS

Encuentros, hallazgos y destellos en el cartel
La satisfacción del cartel
Ricardo Seldes

1. Los cartelizantes

No puedo a escapar a la clásica interrogación ¿Para qué sirve el cartel? En general hay una coincidencia de que se trata de un poderoso instrumento para hacer avanzar conjuntamente a los analistas en su formación y al psicoanálisis. Al mismo tiempo se sostiene, junto con Lacan, que del cartel no hay que esperar casi ningún progreso. Ese casi es mi traducción del "a no ser" que Lacan menciona de poner a cielo abierto, periódicamente, tanto los resultados como las crisis de trabajo. Es decir que se puede esperar algún progreso en tanto se pongan a cielo abierto los obstáculos y lo que llamó el producto propio de cada uno y no colectivo.

Hay otra respuesta a la pregunta para qué sirve el cartel. Y podrán decir de mi pragmatismo muchas cosas, eso espero, y afirmo que el cartel también sirve para producir satisfacción.

Tenemos algunas personas, no quiero llamarlos sujetos, 4+1 como la nueva publicación online, que se encuentran, que se amontonan o mejor dicho que se mezclan entre sí (uso un significante de Lacan de Televisión) y lo hacen con un formalismo que dictan los Estatutos de la Escuela, interpretan los directorios, los Secretarios de carteles, la Comisión de carteles y volvemos a las personas que ahora llamamos cartelizantes, expresión que por supuesto tiene un dejo, un olorcito a la palabra analizantes sin serlo de hecho ni por necesidad. No se le exige a los cartelizantes que hayan concluido su análisis para integrar un cartel, ni siquiera que estén en análisis. Por lo general se comprueba que tienen una relación al inconsciente que podemos decir probada. Una probada relación al inconsciente.

Es verdad que ese alguien que se junta con otros y arma un cartel, y no un grupo de estudios, ni de autogestión, y desde el momento que lo nombra cartel ya se está refiriendo a la Escuela. Luego viene la inscripción, por supuesto.

¿Cual es el objetivo? querer saber. Cuatro +1 decididos a un trabajo, y cada uno decidido a descifrar una parte de saber que le atañe, para producir luego un nuevo saber. Debo decirlo ahora, es el momento, que el cartel ha sido fundamental en mi formación como analista, el cartel como un instrumento para saber, y si uno parte de que lo que mueve nuestra Escuela es mantener la vigencia de la pregunta como se adviene analista, se trata de una ignorancia que nos apasiona.

 

2. Una identificación particular

¿Somos gregarios los analistas? ¿Nos es fácil o difícil mezclarnos para trabajar juntos? ¿Nos soportamos bien? Hay entre los participantes de los carteles un elemento identificatorio que hace que pertenezcan a la misma parroquia, por lo que pueden entenderse, escucharse, interesarse en el interés de los otros. En qué consiste esa identificación?

En la improvisación de Miller sobre el affectio societatis resalta "Lo que hace al analista rebelde a la identificación es lo mismo que hace que sus colegas se le vuelvan insoportables. Pero con la posición del menos uno, el neurótico asegura gustoso su goce". Y completa "la identificación simbólica a un significante amo no satura lo que pertenece al grupo, porque se inscribe un elemento suplementario que es el objeto a". Se refiere a aquello que Lacan plantea en RSI cuando da una ubicación borromeica del cartel . ¿Identificacíón a qué? "La identificación en Freud es muy simplemente genial", dice Lacan.. "Lo que yo deseo es ¿qué?" Y responde: "La identificación al grupo, porque es seguro que los seres humanos se identifican a un grupo; cuando no se identifican a un grupo, están fallados, están para encerrar. Pero no digo a qué punto del grupo tienen que identificarse". Mas tarde sí lo hará: "A lo que es el corazón, el centro del nudo, donde ya les he situado el lugar del objeto a. Este objeto domina eso de lo que Freud hace la tercera posibilidad de identificación, la de la histérica, al deseo del Otro".

Cuando nos disponemos a hablar de los objetos a en la experiencia analítica, intentamos dar cuenta de la presencia del cuerpo en el discurso analizante.¡ Qué excesivo de mi parte pensar en los objetos a en la experiencia del cartel! Trato de ser coherente conmigo, he dicho que se espera satisfacción en el cartel, la primera querer saber, luego mostrar lo que se sabe, conocer y hacerse conocer como analista, (no es preciso tampoco ser un practicante para estar en un cartel).

Irene Kuperwajs ha señalado "que es posible operar una transformación en la posición subjetiva respecto al saber en función de lo que de su goce cada uno está dispuesto a comprometer en una experiencia colectiva en su nombre".

 

3. Variedad de erotismos

Me animo hoy, sin muchas prevenciones, a plantear que podríamos tener carteles con diferentes erotismos. Como pensamos lo oral? Miller en su alocución en Roma sobre los objetos a lo explicó así, "son dos puntos originales: agarrado del pezón, la punta del deseo erótico, y agarrado al seno nutriente el punto de angustia, que desaparece por la satisfacción de nutrición esperada del seno". Erotismo y angustia o satisfacción. Aquí aparece la falta de la satisfacción que hace distinguir el punto en el cual la angustia puede surgir, del punto en el cual es el deseo el que se encuentra atrapado. ¡Carteles que exigen mucho del +1, o de la Secretaria de Carteles!

Para el objeto fálico, que está tan inserto en el cuerpo, Lacan presenta en el seminario 10 una fisiología del pene y enlaza su construcción con la naturaleza evanescente de la erección. ¡Tenemos carteles fulgurantes!

Y lo anal? el objeto anal, lo ubicamos en la perspectiva del ideal, es decir de la sublimación. Si pensamos en el goce anal, por supuesto nos referimos a la gloria o la vergüenza, ¿hemos respondido o no a la demanda, lo hemos hecho en la forma adecuada, en el tiempo preciso? Lo hemos postergado, nos hemos apurado en exceso? ¡Gloria o vergüenzan en los carteles!

Y ante la invitación de estar acá hoy con Uds no he podido ceder a la tentación de ir a ver mi primer trabajo de cartel. Lo he releído con cierta emoción, y tuve que trasladarme 30 años para atrás (eso no se lo perdono a Irene) ya que en 1982 se publicó el texto llamado Lo que Abraham no pudo perder. Al releerlo recordé un síntoma que me complicó durante años, no poder concluir mis trabajos, quedaban abiertos, como una vez me señaló mi analista, para que el Otro interprete, entenderán el aspecto de hacer existir al Otro intérprete.

En aquel texto, ubicaba la importancia de la contribución por parte de Karl Abraham al saber psicoanalítico sobre los distintos perfiles del objeto parcial, cómo visualizó sus funciones, recortó su relación al significante y enfatizó el papel del desecho en la economía libidinal. En sus ideas sobre la función de la libido Abraham señaló la manera anal de reaccionar que tienen algunos sujetos ante las pérdidas, se trate de la muerte o el alejamiento de una persona querida o simplemente la de un objeto material o ideal. Y lo que enfatizaba es que ciertas formas del lenguaje conservan claras huellas del paralelismo entre perder y evacuar el intestino ante la demanda del Otro.

El individuo está aquejado de inconsciente, está aquejado de la lalengua lo que nos condujo a la intuición abrahamiana de los cuerpos que hablan, de los cuerpos que gozan. Para ilustrar esta relación Abraham partió de la palabra Losung que es el excremento animal en alemán, aunque Losung literalmente es lo que se ha soltado. Relacionen con Lose, en ingles. Y para ilustrarlo ubicaba un ceremonial en una mujer neurótica con rasgos de carácter anales. Ella que no podía deshacerse de objetos en desuso que no podía tirar nada, encontró una cierta estratagema para poder engañarse a si misma: se iba a un bosque cercano, (en estas historias siempre hay un bosque cercano), y se ataba el objeto a dejar caer en la parte trasera de su delantal. Eran otras épocas también. Y en el camino ¡pluff! lo dejaba caer con la precaución de no volver sobre sus pasos para no encontrarse nuevamente con el objeto de marras. Era su manera de rescatarse en sus desechos. Abraham pierde su hallazgo cuando en lo que llama la evolución de la libido señala que el destino del objeto pregenital es el de ir a conformar un objeto genital en donde las pulsiones dejan de tener ese carácter de necesidad de posesión incoercible, ilimitada, incondicional, que supone un aspecto destructivo como morder, devorar, ensuciar, arrancar con su reversión gramatical o en su dimensión lacaniana más masoquista de hacerse morder, devorar, ensuciar etc. Las pulsiones en su arreglo genital serían, según él, más tiernas, amables, no ambivalentes hacia el objeto, relativamente no narcisistas, ecuánimes y con un desarrollo hacia las posiciones de adaptación a otro. Logrado según Abraham mediante la eliminación de los impulsos libidinales regresivos del individuo y por la promoción de su libido hasta llegar a la completa organización genital y del completo amor objetal.

En verdad se trata de una versión de la sublimación, o sea elevación del objeto @ a la dignidad de la Cosa. Mientras una cosa se pierde otra se eleva. Es el goce idealizado, limpiado, reducido a la falta, a la castración, reducido a la ausencia de relación sexual. J-A.Miller en el texto La salvación por los desechos recuerda el caput mortem de los alquimistas. Es lo que se negativiza mientras el ideal resplandece. Lo ideal tiene la gran forma, mientras que el objeto es lo informe, es una pieza suelta. La definición de la sublimación del seminario 7 no nos satisface hoy, plantea, porque la Cosa es ya una versión sublimada del Goce, elevada con dignidad. El goce como tal no tira para arriba, está desnudo, es crudo, no tiene dignidad con qué revestirse. Cuando el goce es elevado a la dignidad de la Cosa, no es rebajado a la indignidad del desecho, es sublimado o sea socializado. El goce se socializa, integrado al lazo social. Podemos decir que cuando el cartel funciona, el objeto en cuestión pasa a estar en el lugar amboceptor causa de deseo, provocador histérico del deseo de saber y de hacer saber.

No es sencillo ubicar una economía de goce en el cartel, excede nuestra función allí. Sí podemos estudiarla, captar cómo en la experiencia analítica se distribuye el goce en el síntoma y en el fantasma, en la palabra y en el cuerpo.

La pasión de la ignorancia que nos debe habitar desde el momento en el que alguien nos consulta, es una invención de saber. Igual que el cartel. Es un modo de tener genuino interés por lo que el otro viene a decir. Para nosotros es también una desconfianza radical en cuanto a los efectos de sentido que las palabras cargan para cada uno. En la práctica analítica se puede confiar en la letra, o sea en el significante liberado del sentido. El inconsciente es lo que invita a confiar en la palabra, en la asociación libre. Algo que un cartel debe permitirse sin temor en especial en los primeros tiempos de trabajo.

 

4. El gusto del cartel

Para concluir mi última pregunta. ¿Por qué me gusta el cartel? Puedo afirmar que además de lo que he afirmado, en mi experiencia he encontrado que tal como lo que he podido entender de la Escuela Una inventada por Miller, el cartel es un dispositivo antisegragativo, transgeográfico. Y además es un dispositivo anticinismo ya que siempre hay a quien dirigirse. Es anti-infatuación porque ubica una experiencia de saber en la que puede aprenderse de otro; fundamentalmente es un dispositivo que va contra el vacío de valores y opera más allá del funcionamiento burocrático del mundo.

Agradezco con sinceridad la invitación a esta Jornada. Ha sido para mí un verdadero viaje, un viaje libidinal que me permitió renovar una vez más, en esta ocasión en cordobés, la fresca juventud del cartel.