La verdad y el final de análisis a la luz de la última enseñanza
Silvia Chichilnitzky

El análisis se sustenta en una experiencia que parte de un deseo, desde el principio hasta el fin. El camino de este es inédito para cada uno. Una de las enseñanzas que se encuentra en el Seminario 6 se basa en lo que se extrae de los dos pisos del grafo. Nivel de la estructura del lenguaje: el sujeto del primer Lacan está mortificado por el significante, por la palabra del Otro que lo marca. Recibe del Otro un texto que escribe y para cuando se transforma en sujeto está victimizado por el significante del Otro, la madre, el padre, el Otro social. Es un sujeto semántico en el que se va a ubicar, fundamentalmente, la falta en ser y no el ser. Nivel de la estructura clínica: la primera clínica es una clínica del deseo, clínica de la relación entre el deseo de la madre y el Nombre del Padre junto con la metáfora paterna como lazo entre lo imaginario y lo simbólico, punto de capitón que le permite a un sujeto un cierto cierre que lo transforma en neurótico. En este Seminario el paradigma que trabaja Lacan en Hamlet es el espectro del padre muerto que retorna e imposibilita el duelo por él. Cautivo de esto no está a la altura de su propia voluntad. Está suspendido a la hora del Otro. Es a la hora del padre que él prefiere quedarse y suspender su crimen. El drama de Hamlet es vengar al padre. La escena más recordada de Hamlet, con la que ha pasado a la historia es cuando este con la calavera está preguntándose, "Ser o no Ser", pregunta que apunta a la respuesta por la existencia y por la muerte. Los huesos del padre de Hamlet no descansan en paz en la sepultura y por eso aparece como un fantasma. Hamlet no logró, y por eso tuvo que morir, que los huesos de su padre descansen en la sepultura. Un AE, Guillermo Belaga, explica a través de su testimonio de pase el tema de Hamlet y la subjetivación de la muerte. En la historia del sujeto había dos traumatismos con una combinatoria particular, la culpabilidad y la vergüenza. Ambas partían de la vía materna. Lo que lo avergonzaba tomaba la forma de un rechazo porque confluían allí, nos dice, la vergüenza por el padre judío, un padre judío, y una madre católica. Había una demanda dirigida a nivel del Otro a tener que optar. Cuando este sujeto ya está cerca del fin de su análisis muere el tío materno, hijo de este abuelo católico, que estaba en la misma línea de la madre, opuesta a la línea materna, donde se le armaba el dilema. El sujeto se encuentra con lo mismo que Hamlet, un sepulturero con la bolsa de huesos en la mano que le dice: "No se preocupe que después los vuelvo a acomodar". En ese momento el sujeto logra que lo que le dice el sepulturero tome para él la estructura de un chiste, no hay manera de volver a acomodar los huesos. Y esto es lo que Hamlet no pudo aceptar. El obsesivo siempre quiere acomodar los huesos de sus antepasados de la buena manera. A diferencia de Hamlet, pudo pasar de la tragedia a la comedia. La pregunta por la existencia, por el ser mismo, interpretada en términos de "ser católico o ser judío" y que expresaba un conflicto entre la línea materna y la propuesta por el padre, opuestas entre sí, termina con el chiste del sepulturero que le permite al sujeto apostar por la vida. Si no se puede reír de cómo podrían llegar a ser acomodados esos huesos por el sepulturero, no hay vida posible para él. Quizás los huesos de los antepasados se puedan acomodar de otra manera. La historia de este sujeto pudo ir del porvenir al pasado, la de Hamlet no. Tuvo que pagar la deuda de su padre, morir para que los huesos de su padre se acomoden como suponía que su padre quería.