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Hamlet, el danés | Productos | Cuatro+Uno
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Hamlet, el danés
Patricia Moraga

 

Lacan analiza Hamlet a partir de detalles que parecen irrelevantes o discordantes, como el veneno vertido en la oreja del Rey (un enigma para los críticos) y el contraste entre la descripción idealizada que Hamlet hace del padre y el apego de Gertrudis a Claudio. ¿Por qué eno reacciona cuando los actores representan el crimen que él cometió, y sí lo hace, herido, cuando dicen que él se quedó con el amor de Gertrudis? ¿Por qué Hamlet no se nombra como danés?

Lacan plantea la diferencia entre Hamlet y Edipo. Freud interpreta el síntoma de Hamlet (la procastinación) mediante la rivalidad edípica con el padre por el objeto de deseo. Pero la interpretación de Lacan va más allá del Edipo: el problema –dice– no es el deseo por la madre, sino el deseo de la madre. La respuesta al enigma del deseo del Otro ya no es la metáfora paterna, sino el fantasma. El querer del Otro puede leerse como deseo y como goce.

Hamlet se encuentra con el fantasma del padre en una escena fundamental que lo confronta con , No hay Otro del Otro. Este real es un agujero en lo simbólico que se escribe en el Otro de Hamlet, su padre, como la traición del amor por parte de su mujer, Gertrudis. El padre revela que, dormido, encontró la muerte a manos de su hermano, que le vertió veneno por la oreja, y pide a Hamlet vengar la traición del amor, matar a Claudio y hacer cesar la lujuria de Gertrudis. Pero el saber revelado deviene un obstáculo para la realización del acto.

El Seminario 6 introduce un viraje del Nombre del Padre como garantía simbólica (Otro del Otro) al (no hay Otro del Otro). Para el deseo, Lacan no sigue la pista del Nombre del Padre, sino la del fantasma. El objeto del deseo se aborda en el duelo.

Tras el encuentro traumático con las palabras del padre, Hamlet rechaza al objeto de su amor y de su deseo: Ofelia. La degrada como mujer, la trata como a una madre. Lacan señala dos efectos traumáticos: el extrañamiento del objeto del deseo y la desestabilización del sujeto en el fantasma. Hamlet rechaza lo femenino: odia a la mujer y su goce, el sin ley que ella encarna. Viva, Ofelia es goce; solo recuperará su lugar de objeto en el deseo de Hamlet una vez muerta, cuando sea imposible. En el agujero abierto por la pérdida del ser amado, el fantasma aparece como respuesta frente a lo real.

¿Qué función cumple la revelación hecha por el ghost? ¿Puede este ser mentiroso? El único envenenado por la oreja es Hamlet. Lo real imposible de soportar son las palabras traumáticas que el padre vertió en su oreja: Haz cesar la lujuria de Gertrudis con Claudio.

Según Lacan, Gertrudis es una auténtica genital que se satisface fálicamente con el órgano y no conoce el duelo, la falta. Pero su última enseñanza habilita otra lectura de ese querer sin ley: Hamlet enseña que Edipo y fantasma son defensas frente a lo real del traumatismo contingente de lalengua y del goce sin ley que no puede ser significado.

En la escena del cementerio, Hamlet al fin se nombra como danés. Propongo una lectura de esta enigmática nominación. El significante danés alude a otra relación del sujeto con el goce femenino que rechazaba, y este nuevo uso lo orienta en el deseo –que, en Hamlet, tiene nombre de mujer: Ofelia.


BIBLIOGRAFÍA

  • Lacan, J., El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Bs. As., 2014.