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Fuego, juego, huella: Moisés con Lacan | Productos | Cuatro+Uno
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Fuego, juego, huella: Moisés con Lacan
Laura Arias

 

Moisés oyó la voz de Dios en el monte Sinaí a través de la zarza ardiente, puso en palabras un acontecimiento de goce. Este hecho ilustra cómo se teje la trama simbólica con la que el ser humano intenta protegerse de lo real vacío de sentido y del vacío que ocasiona la inadecuación entre palabra y objeto. En ocasión de la creación de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Miller se refirió a Jahvé que le habló a Moisés a través de la zarza como "el enigma mismo de lo real".

En el Seminario 16, De un Otro al otro, Lacan afirma: "…está lo que nos interesa y que no se esbozó tampoco en otro lugar más que en el Sinaí, a saber, lo que dice yo. Perdón por este en el Sinaí, me acaba de brotar entre las piernas. […] El Sinaí me apareció así para ilustrarles lo que me propongo interrogar en torno del yo", [1] y agrega: "Me escucharon plantear la referencia al yo por medio del dios en cuestión". [2] Lo que dice yo se refiere a la verdad que dice yo; un yo que goza diciendo la verdad; "me brotó entre las piernas" remite al goce fálico, del sema, del sentido.

El título de mi rasgo Fuego, juego, huella: Moisés con Lacan se presenta como ese desafío de tratar de bordear el nudo de lo ininterpretable como sucede en la experiencia de Moisés.

La huella viene de lejos. En el Seminario 16, Lacan sostiene que esta se diferencia del significante: "Aquí no hay necesidad de nadie, una huella se basta a sí misma". [3] En "Una Lectura del seminario de Un Otro al otro", Miller sostiene que es como si tuviéramos una huella absoluta, sin alguien: "¿Cómo se introduce a? por una pura y simple sustitución. Lacan sustituye la huella por a", [4] rasgo unario que se presenta como ese Uno que hizo agujero, acontecimiento, goce, mientras que el significante nace de las huellas borradas. Se escribe rasgo unario, huella, escritura. Del Otro de la palabra cae algo bajo la forma de significantes, es decir, llueven significantes.

Lacan lo expuso en estos términos: "La huella pasa al enforme de A según las diversas maneras en que es borrada. El sujeto son estas maneras mismas en las que la huella como impresión se encuentra borrada", [5] y continúa: "El propio campo del Otro es,si puedo decir así, en forma de a". En forma de a, las distintas modalidades que el goce toma forma. El Dios vivo que habla, intima, ordena, no es sin el Otro del significante; en el Sinaí, en cambio, se trata del Otro como agujero, estrictamente la terrible presencia de algo, donde la imaginación desfallece.

Lo real de la zarza ardiente, lo impronunciable, se relaciona con el goce, con el objeto a por tratarse de la presencia de este que toma cuerpo y le otorga a la zarza ardiente esa dimensión: S1 goce y S2 lo que Moisés escucha según su goce y lo convierte en ley, en articulación simbólica, en decálogo, en discurso. Es en el agujero, en el vacío del primer Otro que se articula S2. El agujero de goce produce la articulación significante, S2 que inicia su camino en el mundo. Al aparecer las palabras, ya no estamos en lo real aunque Dios hable, cuando lo hace es el sujeto supuesto saber. El discurso de Moisés remite a la verdad del amo. Ocasión de preguntarnos sobre los espacios donde desfallece el sujeto supuesto saber. Ponemos de relieve, entonces, que el Seminario 16 demuestra la puesta a prueba por Lacan que va de la inconsistencia del Otro hasta la consistencia lógica del objeto a; objeto a que introduce la idea de un objeto apto para colmar el vacío de un Otro inconsistente.

Rostros del proceso civilizatorio que, en el Gran Texto de Occidente, a la vez mítico y lógico, son espacios donde resplandece la ley y cabalga Don Quijote e instalan el agujero que constituye al Otro y demuestra su inexistencia.


NOTAS

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 16, De un Otro al otro, Paidós, Bs. As., 2013, p. 64.
  2. Ibíd., p. 71.
  3. Ibíd., p. 285.
  4. Miller, J.-A., "Una Lectura del seminario de Un Otro al otro", Freudiana 55, Barcelona, 2009, p. 38.
  5. Ibíd., p. 285.