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Cinismo y saldo cínico | Productos | Cuatro+Uno
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Cinismo y saldo cínico
Ana Laura Piovano

 

En el cartel "Del troumatismo a la invención" mi rasgo sitúa un problema ético: el destino del saldo cínico del análisis.

¿A qué llamamos cinismo? Sloterdijk en Crítica de la Razón Cínica [1] propone reservar el término quínico para la posición caracterizada por el desprecio de los semblantes. Ética singular, con raíces en la escuela griega clásica, en el siglo IV antes de Cristo que se opone al cinismo vulgar, o el que miente descaradamente.

J.-A. Miller, el 24 de julio de 1984, [2] aborda el par alienación-separación e invoca la figura de Diógenes, el Cínico, el que "denuncia todas las ilusiones de la sublimación" y afirma:

"El camino cínico es una dirección, una manera de luchar contra el malestar en la cultura que no es un hecho de nuestro tiempo: el malestar es consustancial a la cultura y es por esta razón que en cierto modo el diagnóstico cínico era renunciar al Otro, renunciar al Otro pues el malestar en la cultura es el malestar en el Otro […] se encuentra en el punto donde es posible advertir se terminan los análisis."

Casi al concluir, hace 30 años, dice: "Interesa la transformación del cínico, del cínico obtenido como resto, del goce cínico como resto y esa función de recibir, de dar la bienvenida a muchos y escuchar…"

¿A qué llamamos "Saldo Cínico"? Remanente de un proceso analítico llevado a su fin, deja al analizado, desengañado del Otro, advertido, en ejercicio de un goce a contrapelo de cualquier ideal sublimatorio.

Lacan lo menciona solo una vez, en su reseña del Seminario del acto, [3] como

resolución benéfica, aunque secundaria, de la pasión neurótica.

Si la ética del psicoanálisis se juega en relación al "bien decir" y se sitúa en términos de actuar conforme al deseo que habita a cada quién ¿cuál habrá de ser el destino de ese resto que permita a alguien operar como analista?

Saldo: producto de una operación, cuestión de economía libidinal: algo lo no transmutable del valor de un bien al cierre de una operación económico-financiera o, pero también, pago o finiquito de una deuda.

O bien remanente de sustancia de goce no reducido a la causa del deseo en un proceso analítico o bien ajuste de cuentas, por el cual la deuda con el padre quedaría saldada.

Si el final del análisis produce un analista, es problema, al menos, al final de la década del 60, con el final inequívocamente ubicado en las coordenadas del atravesamiento del fantasma.

En el plano político, los nominados AE por el pase no brindaban testimonio ante la comunidad analítica. Por entonces, las nominaciones no caducaban. Quien era AE lo era, a perpetuidad.

La hipótesis que pretendo poner a prueba, utilizando los testimonios de los AE es que se introducen los testimonios, la caducidad de la nominación, para ir en contra del usufructo del saldo cínico.

Hoy, el estado de trabajo la desglosa:

  1. Lo que permite (en el mejor de los casos) la salida del impasse del saldo cínico es el lazo a la Escuela.
  2. En el tiempo que dura el AE "en ejercicio", este interpreta la Escuela, pero a la vez es "usado" por ella.
  3. Cada testimonio (hystoria a la vez que formalización) ante sus colegas como interlocutores opera, en la serie, a contrapelo de la posición cínica.

Mi pregunta queda abierta. Sigue abierta.


NOTAS

  1. Sloterdijk, P., Crítica de la razón cínica", Siruela, Madrid, 2014, p. 175.
  2. Miller, J.-A., "El amor en el psicoanálisis", Simposio del campo freudiano, Manantial, Bs. As., 1984, p. 79.
  3. Lacan, J., "El acto psicoanalítico", Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 400.