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Potencia del deseo | Primera Noche Carteles Biblioteca | Cuatro+Uno
PRIMERA NOCHE CARTELES BIBLIOTECA

Potencia del deseo
Gerardo Arenas

 

Hace unos meses, cuando recibí la propuesta de operar como más-uno de un cartel formado con el objetivo de revisar "el Seminario 6a la luz de la última enseñanza de Lacan" –ese es nuestro asunto–, la acepté con gusto por dos motivos.

El primero es que yo ya venía investigando el tema en las Noches Abiertas del año pasado, junto a Ernesto Sinatra –que aquí me acompaña– y una amplia troupe, y también había estado haciéndolo en mi seminario diurno anual. Por lo tanto, hubo comunidad de intereses.

El segundo motivo es que la propuesta indicaba una confluencia de deseos, ya que yo venía insistiendo en la necesidad de volver al deseo (de hecho, bajo ese título hablé el mes pasado en la nel-México: Volver al deseo), y lo mismo querían hacer esas seis colegas –Alma Montiel, Catery Tato, Dolores Amden, Fernanda Mailliat, Guadalupe Ceña y Natalí Boghossian, a varias de las cuales ya había conocido en la Maestría de la unsam.

En la primera reunión, les pregunté qué las había decidido a hacer un cartel al respecto. Sin querer, desaté así un concierto de risas y miradas cómplices, hasta que al fin me dijeron que se les había ocurrido luego de hablar sobre concheros. No sé si todos ustedes saben lo que son, pero la verdad es que yo nunca había oído ese término, si bien su sentido es bastante gráfico: un conchero es lo que, junto a las pezoneras, completa el atuendo mínimo empleado por las vedettes o las bailarinas de carnaval, por ejemplo.

Me pareció un muy buen comienzo para un cartel, ya que las cartelizantes de entrada me enseñaron algo, y sobre todo para un cartel sobre el deseo, pues su motivación había nacido de lo que no se enseña –en el sentido del mostrar– porque adquiere su función a partir de un velo.

En esa primera reunión, colaboré en el proceso de definición del rasgo de cada una de las cartelizantes. Es una tarea que realizo todo el tiempo que dure un cartel, no sólo al comienzo. En mi experiencia, esa es una función clave del más-uno: extraer el rasgo cada vez. Suele impedir que los cartelizantes pierdan el rumbo del deseo que los condujo a investigar.

Por mi parte, nombré mi rasgo con la misma expresión que elegí como título para mi trabajo de hoy: Potencia del deseo.

Es que seguía –y sigo aún– bajo el influjo combinado de la mesa de los ae sobre deseo del analista en el congreso de París 2014, y de los dichos de Miller en Toulouse acerca de la novela Una semana de vacaciones, de Christine Angot. [1]

Lo diré en pocas palabras. Si hay algo difícil de reventar, e incluso de conmover apenas, en el análisis no menos que en la vida misma, es la monotonía del goce fantasmático, su fijeza espantosa, su agobiante repetición. ¡Y resulta que un deseo –¡un deseo!– puede tener la potencia necesaria y suficiente para romper esa monotonía, para desmantelar esa fijeza, para pausar esa repetición!

¿Hablo del deseo del analista? ¡Por supuesto! Pero también hablo del deseo de la joven protagonista de la novela de Angot, un deseo que allí aparece en tres presentaciones: el aburrimiento (que es el deseo de Otra cosa), el anhelo (que es un deseo articulable), y el sueño (que es deseo inconsciente realizado). Esta última forma del deseo es, como bien lo señala Miller, la bomba que hace saltar en pedazos la prisión del fantasma donde los dos personajes de Una semana de vacaciones están reunidos y confinados.

¿Qué es lo que hace que el deseo sea tan poderoso? Esa es la pregunta con la cual me puse a trabajar en este cartel. Por supuesto, no tengo aún la respuesta, ya que se trata de una verdadera pregunta. Lo que puedo decirles son apenas algunas de las pinceladas con las cuales comienzo a delinearla.

Pero antes de hacerlo quiero subrayar aquí, como lo hice en México, una frase que encontrarán al comienzo de este seminario. Lacan presenta su tema hablando de la importancia del "solo hecho de reintroducir el término deseo, cuya ocultación es manifiesta en toda la manipulación actual de la experiencia analítica. Al hacerlo –prosigue– damos la impresión, no diré de renovar, sino de desconcertar". [2] Y debo confesar que, mientras traducía esta frase, me distraje pensando que con esto Lacan se dirigía a nosotros, los lacanianos de comienzos del siglo xxi, tan engolosinados como estamos con el goce, con el sinthome y con toda la parafernalia del recontrasuperultimísimo Lacan.

Anteanoche vi que el seminario diurno sobre la dirección de la cura, ese que recién dieron aquí Graciela Brodsky, Mauricio Tarrab, Gustavo Stiglitz y Fabián Naparstek, había sido convocado bajo el siguiente eslogan: ¿Cómo? ¿De qué galaxia vienen? ¿No van a hablar del sinthome, del parlêtre y del escabel? En broma, les respondí mediante una foto de Lacan con el lema Que la fuerza los acompañe, de Star Wars.

Hay que tener fuerza, en efecto, ya que no hablar de sinthome, de parlêtre y de escabel parece ir contra la corriente y ser cosa de bichos antiguos. Sin embargo, les mostraré que es un modo de ser muy contemporáneos.

Hablando de Nietzsche, Giorgio Agamben decía que algo es verdaderamente contemporáneo cuando no coincide con su tiempo ni se adecua a sus pretensiones y, por lo tanto es, en ese sentido, inactual, aunque por eso mismo sea capaz de interpretar mejor su época. Y bien, por lo que antes dije creo que el Seminario 6 es contemporáneo. Diré incluso que es un joven contemporáneo, ya que tiene prácticamente la misma edad que yo…

Amigos y amigas, esta noche les presentaré el deseo de una manera ¡con-tem-poránea! ¿Creían que el deseo era imaginario? Les mostraré que no. ¿Creían que el deseo era defensa frente al goce? Les mostraré que es al revés. ¿Tiemblan las columnas del templo de nuestros conceptos? ¡No temáis! –que el miedo es el camino hacia el Lado Oscuro…

Les diré, por ejemplo, que el deseo es… ¡lo real! ¡Sí! ¡Lo real! ¿Por qué? Porque aquí Lacan dice que sólo hay defensa contra… ¿contra qué? ¡Contra el deseo! [3] Y ustedes saben que nosotros, los analistas modernos del siglo xxi, debemos centrarnos en desbaratar la defensa contra lo real, según dijo Miller aquí, en Buenos Aires, hace justo tres años. Pues bien, si sólo hay defensa contra el deseo, y hay defensa contra lo real, el deseo es lo real. ¡Y no es defensa! Al contrario, de él nos defendemos. Retomaré esto al final.

Es más, en el Seminario 6Lacan muestra que el trauma nace del encuentro con… ¿con qué? ¡Con el deseo! Sí, con el deseo opaco del Otro, ante el cual el sujeto está sin recursos. [4] ¿El trauma es el encuentro con un real opaco? Entonces, ¡el deseo es real!

¿Necesitan más para convencerse de que el deseo es real? ¿Sí? Entonces les diré que aquí Lacan presenta al síntoma mismo como respuesta frente a… ¿frente a qué? ¡Frente al deseo! [5]

Y si son insaciables les diré, a ustedes que sostienen que la orientación lacaniana es la que tiene por brújula lo real, que aquí Lacan afirma una y otra vez que esa brújula fue, es y será el deseo, ya que el análisis apunta al núcleo de nuestra esencia, y esa esencia, tanto para Spinoza como para Lacan, no es otra cosa que el deseo. [6]

A quienes consideran que el goce tiene no sé qué tufillo fundamental que lo hace necesariamente anterior y más importante que el deseo, les diré que aquí Lacan más bien dice que antes del"ello habla" está el deseo inconsciente que el sujeto debe reconquistar. [7] El deseo es el lugar adonde él se dirige, y allí debe conducirlo la interpretación. [8]

Pero en ese camino puede extraviarse, y de hecho eso es lo que le ocurre al pobre príncipe Hamlet: está desbrujulado porque perdió su deseo, y sólo consigue recuperarlo cuando ya es demasiado tarde. [9] Lacan dice aquí que estamos sostenidos por el deseo, [10] y tal vez por haberlo extraviado, por haber perdido su deseo, Hamlet tiene ese aspecto de walking dead durante casi toda la obra de Shakespeare.

¡Bien distinto del perfil del propio Lacan, ¿no?! (Así como existe "Kant con Sade", habría que escribir un texto titulado Lacan con Hamlet…). Anteayer, en referencia al aniversario del nacimiento de Lacan, Raquel Cors Ulloa me recordaba, por Facebook, que Miller dijo que Lacan era un hombre de deseo. Lo dijo en Vida de Lacan, precisamente. Es cierto que a continuación Miller agregó que Lacan era incluso un hombre de pulsión, pero debo decir que, a mi entender, eso no cuadra con la idea que puedo hacerme de él. Para mí, un hombre de pulsión está mejor definido mediante lo que Freud describió en "Carácter y erotismo anal", por ejemplo. No es así como me represento a Lacan. Lo veo más bien como un hombre de deseo: "Una insurrección cotidiana, a cada instante, para avanzar en el camino propio", como el propio Miller también lo describe.

Lacan dice aquí que el deseo es el centro de toda la economía con la cual tenemos que vérnoslas en el análisis, [11] y no en vano es él, ese hombre de deseo, quien al final de este maravilloso seminario introduce la noción capital de deseo del analista.

No tengo inclinación a leer largas referencias, pero esta vez no pude resistir el impulso de copiar casi textualmente lo que Lacan dice cuando apenas faltan unos minutos para poner punto final a su sexto seminario público. Parece ya estar preparando lo que desplegará dos años más tarde, en el seminario que dedicará a la transferencia. ¿Qué dice aquí? Escuchen:

"¿Con qué deseo va a confrontarse el sujeto en el análisis sino con el deseo del analista? Justo por esa razón, es tan necesario que mantengamos ante nosotros esa dimensión […] del deseo. El problema del análisis reside en la situación paradójica en que se encuentra el deseo del Otro que el sujeto ha de reencontrar, nuestro deseo, que está bien presente en lo que el sujeto supone que le demandamos. En efecto, el deseo del Otro, que es para nosotros el deseo del sujeto, no es algo que debamos guiar hacia nuestro deseo, sino hacia otro. […] Nos hallamos en la posición paradójica de ser los intermediarios del deseo. […] Sólo es posible [mantenerla mediante el artificio] de la regla analítica en su conjunto. ¿Pero cuál es el resorte último de ese artificio? […] ¿[Es apenas la] no respuesta […]? ¿No hay que dar acaso un lugar esencial a un elemento […] que se reproduce al final de cada sesión? Me refiero a ese vacío al cual debe limitarse nuestro deseo, ese lugar que dejamos al deseo para que éste se sitúe –en síntesis, el corte [que es] el modo más eficaz de la interpretación analítica".

Tal es, para mí, la clave de este seminario. Se machaca que su clave es que "el deseo es la interpretación", pero debemos entender que más bien es: el deseo del analista es la interpretación-corte. ¡No es lo mismo!

Hace un momento refuté, mediante argumentos tomados de este seminario, a quienes estiman que el goce es más básico que el deseo. Debo decir que, hasta no hace mucho tiempo, yo me contaba entre ellos. Tan hondo había calado en mí la idea de que el deseo era una defensa frente al goce, que pensar otra cosa me resultaba imposible.

Pues bien, el Seminario 6 es un buen antídoto contra ese prejuicio. En primer lugar, porque Lacan muestra aquí que, en el caso de la mujer al menos, no hay una incompatibilidad o un conflicto esencial y necesario entre el goce y el deseo. [12]. Y si bien es cierto que en el obsesivo el deseo es una defensa, [13] lo cierto es que la defensa se sitúa, por lo general, en el goce, tanto cuando hablamos de la fobia como cuando nos referimos a la histeria. En efecto, Lacan explica que el objeto fóbico intenta interdecir un goce que es peligroso porque abre, frente al sujeto, el abismo del deseo como tal [14] mientras que el goce de la histérica es impedir que el deseo se cumpla para quedar, ella misma, como lo que está en juego. [15]

Para finalizar, diré que, así como Lacan dice, en el Seminario 23, que el equívoco es la única arma contra el sinthome, el Seminario 6 despliega, al menos en filigrana, la afirmación de que el deseo es la única arma contra el goce. Esa es su potencia fundamental.

No sé qué tendrá esto que ver con los concheros, pero al menos puedo decir que el cartel que lleva esa marca de origen, me empujó a elucubrar estas cosas.


NOTAS

  1. Arenas, G., "La dimensión inter", www.virtualia.eol.org.ar/029
  2. Lacan, J., capítulo 1, "Construcción del grafo", El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Bs. As., 2014, p. 13.
  3. Ibíd, p. 12.
  4. Ibíd., p. 26.
  5. Ibíd., p. 130.
  6. Ibíd., pp. 16, 25 y 26.
  7. Ibíd., p. 419.
  8. Ibíd., pp. 46 y 48.
  9. Ibíd., p. 320.
  10. Ibíd., p. 318.
  11. Ibíd., p. 532.
  12. Ibíd., p. 148.
  13. Ibíd., p. 476.
  14. Ibíd., p. 474.
  15. Ibíd., p. 475.