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El imperio del Uno | Productos | Cuatro+Uno
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El imperio del Uno
Lizbeth Ahumada Yanet

 

(Cartel ampliado: Diálogo con educadores a propósito de la Educación inclusiva)

Toda política de la igualdad, imperante desde tiempos clásicos, se basa en esta aspiración: tratar a todos como Uno, o al menos invocar Una legislación para muchos. Así, decir todo y Uno (con mayúscula) en un sentido, es lo mismo. En cada época ha tomado formas diversas, pero al final, todo se viste de Uno. Y no es necesario forzar esta idea al plantear que, finalmente, cualquier acto de segregación tiene por detrás el rostro de aquello que no pudo cubrirse bajo el manto de la Unidad. Hay pues una aspiración, sin mayores vueltas, una tendencia "natural", un eterno retorno de la tentación de anular lo diferente. Uno es una tentación que se inscribe en diversos escenarios que resultan ser la base de principios prácticos y de doctrina. Y sin ir más lejos se configura en un verdadero ethos con relación al lazo social. Uno cerrado, autoerótico y anacrónico. Si a este Uno se le adosa la idea del Ser, encontramos, en este plus, el mayor obstáculo en la apertura al Otro de la diferencia radical. Los fenómenos gregarios apuntan a significar esta idea de Ser Uno con los demás.

El psicoanálisis se interesó por ello a partir del planteamiento freudiano de la ilusión de Unidad fundamento de la matriz constitutiva del yo; es decir, el yo como formación ideal y psíquica no es otra cosa que el Uno realizado, es una instancia que se funda sobre la idea de cierre, de autenticidad, de unicidad, de propiedad. Pues bien, es a partir de esta noción que tendremos que decir que esta inclinación está en la base de la relación, del lazo con los otros. El concepto de masa, por ejemplo, es una aplicación contundente de este pensamiento, al tratarla, con fines determinados, como un solo y mismo individuo. En este punto baste recordar el estudio de Ortega y Gasset sobre la rebelión de las masas. Freud, por su parte, habló de Psicología de las masas y análisis del yo, para enfatizar justamente esta continuidad en la idea de un Uno en lo que concierne al yo y al Todo. Es necesario señalar que con el psicoanalista Jacques Lacan la pregunta a que da lugar esta constatación de la presencia incesante de la aspiración a la Unidad, es: ¿De qué Uno se trata? Ciertamente, es una pregunta que debe ser expropiada de la práctica analítica, para pensarla a propósito de las acciones que dan lugar a un campo razonado de práctica en virtud de la relación con otro.

La inclusión en las fronteras del sinsentido
La idea de lugar, de situs, se instala acomodaticiamente cuando pensamos en una educación inclusiva; puesto que ¿A qué continente se consagra la inclusión? ¿A qué tinaja, qué contenido? En este sentido la imagen que se impone como inclinación, como automatismo, es la del espacio cerrado, con fronteras definidas; es la plenitud espacial y también temporal concebible como un todo. La imagen del círculo será la que Gastón Bachelard[1] clasificará como uno de los mayores obstáculos epistemológicos en el conocimiento científico, y, debemos decir, éste es correlativo a la idea expresada del Uno como Ser.

Ahora bien, es claro que el ideal de la educación no se despoja de esta investidura al pensar en la tensa relación del Uno y del Todo, de la Excepción y la regla. Y la idea de mezclar, agrupar o "contaminar" los miembros de uno o de otro conjunto sostiene la idea de polos opuestos, conducente a introducir una lógica de "frente y revés". Basta palpar las experiencias habituales de los educadores en este sentido. Si la inclusión es pensada en estos términos, servirá de oficiante en la inercia del acercamiento de la diferencia al Uno de lo mismo y del Todo, y esto, perpetúa el escollo imaginario al que el ser humano es exigido en nombre de una ilusoria armonía.

Aquí es importante detenernos a pensar que lo que entabla un desafío es la atención que merece el heteros en cuestión, lo que de eso da lugar a pensar una inclusión. No se puede eludir la paradoja: solo es posible incluir la diferencia a condición de mantenerla como tal. Esta paradoja la encontramos como el momento notable relativo a concebir el rasgo en juego a la hora de hablar de la diferencia: ¿Qué valor puede cobrar la diferencia, de tal manera que no se enrede en los linderos de una aspiración imaginaria y automática del Uno?

Tal vez el valor de la diferencia como oportunidad es lo que podemos considerar. Oportunidad en cuanto es el único momento, a veces fugaz en una vida, para ver emerger con fuerza los recursos de los que dispone un sujeto cuando aloja la diferencia en su dimensión irreductible al Uno y hace de ella una causa novedosa. Buscar el sentido para entender por qué la diferencia existe, no hace más que anularla o al menos intenta hacerlo. En todo caso, no es el encargo de la pedagogía. Más bien, interesarse por los modos de hacer en la diferencia es a lo que puede estar conminada. El sentido opaca la posibilidad de entender el sentimiento de estar al frente o a un costado, muy cerca, de lo verdaderamente heteros que hay en el otro.

Y hablamos de una oportunidad que deviene una práctica operativa, que incide en la realidad del acto pedagógico. Una experiencia razonada, susceptible de ser transmitida en lo esencial. Ser "amigo de la diferencia" es lo que permite que nuevas experiencias vitales puedan abrirse a un mundo ya conocido pero nuevo por conocer. La diferencia se puede vivir pero no hay que exigirle que de sus razones, una vez se entra en este terreno se abre la puerta a la Verdad con mayúscula y este es el preámbulo de cualquier guerra, así sea la guerra cotidiana por el solo hecho de experimentar un lugar. Y, en efecto, si no hay la oportunidad de convivir, de aprender al lado de la diferencia, no se podrá jamás hacer de eso un estilo de vida tolerante, tan solo se convertirá en vana legislación, en retórica gastada, cercenada por lo mismo de una verdad. Como ejemplo de ello, asistimos actualmente a la proliferación de síntomas que encarnan esta dimensión del repudio a la diferencia en sus formas más violentas.


NOTAS

  1. Desarrollé este tema en la conferencia, Diálogo imaginario: Gastón Bachelard y Jacques Lacan, en el simposio sobre Gastón Bachelard. UPTC, Bogotá 21 de agosto de 2012.