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La práctica del psicoanálisis en el ámbito de la justicia. Sus vicisitudes. | Productos | Cuatro+Uno
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La práctica del psicoanálisis en el ámbito de la justicia. Sus vicisitudes.
Analía Alonso

 

El presente escrito es resultado de la articulación entre en un trabajo de cartel sobre "Psicosis Ordinarias" y mi práctica como psicoanalista en el ámbito judicial, práctica que me enfrenta en lo cotidiano con interrogantes técnicos y éticos que intento delimitar y responder, a la luz del psicoanálisis.

En los orígenes, en los fundamentos, está el organismo y el lenguaje. El choque, el encuentro entre ambos producirá un sujeto: un cuerpo y una letra. Un cuerpo habitado por el lenguaje, agujereado por la significación de una sexualidad errante, bordeado por satisfacciones secretas, y comandado por el enigma de satisfacerse en el displacer.

Por su parte, el significante: corporizado, con la densidad propia de la carne que muerde. Significante fallido en su tarea de comunicar, eficaz en el malentendido, tropiezo que devela lo imposible de la relación sexual.

De la contingencia de este encuentro, particularísima, inédita, imprevisible, dependerá el devenir de cada quien, en su particularidad.

Ahora bien, de este encuentro también surge un vacío, un agujero en el corazón del ser, allí donde el cuerpo se exilia del goce adecuado, de la satisfacción absoluta, de la plenitud. Despojado del instinto que adhiere el cuerpo a lo natural, advenido al reino donde lo real comanda, conspirando contra morales destituidas que han bregado por disciplinarlo. Ya no hay "el objeto".

La vida humana está determinada, afectada por una pérdida, entropía que garantiza la ganancia del recupero. Allí donde el engaño de los restitos recuperados invita a la insistencia, a la repetición.

La contingencia –paradójicamente- instaura en lo subjetivo, el imperio de la Ley. "Ley inmoral, loca, del mandato gozoso…", dirá Laurent..."sin recetas, sin universal, sin-sentido, no sin ética". Allí, donde goza, es.

Este imperativo loco, que vuelve lo contingente necesario, da cuenta de la lógica de un goce "traumatizado" en tanto, si bien anti predicativo, es efecto de ese encuentro de la carne con el verbo, es un goce efecto del lenguaje, y en lo que sigue estará ordenado por las leyes de éste: metáfora y metonimia-condensación y desplazamiento darán cuenta de los posibles e imposibles, de los encauses, fijaciones, retornos y cúmulos de goce en un cuerpo signado por las marcas de los fonemas que lo nombran.

Todo el edificio subjetivo, apuntalado en una falta. EL VACÍO ES LEY.

Hasta aquí el discurso del Amo, allí donde las formaciones de inconsciente dan cuenta de una modalidad particular –legalidad posible- de responder a lo imposible del goce. Entre estas producciones, el síntoma, formación privilegiada, evidencia que el cuerpo humano tiene una anatomía propia, particular, que se resiste a los sentidos universales y sólo podrá decodificarse allí donde se descubre (en el sin-sentido aparente), el sentido singular que porta.

Ahora bien, el malestar de la cultura actual da cuenta de un NUEVO ORDEN de cosas. La nombrada destitución de lo simbólico es solidaria a una nueva lógica discursiva que produce una legalidad novedosa a la hora de arreglárselas con lo imposible.

¿De qué legalidad hablamos en nuestro tiempo? Si el SIGNIFICANTE DEL NOMBRE DEL PADRE era el anclaje del orden previo, instaurando un SIGNIFICANTE AMO que -en tanto agente del discurso y como función de NOMBRE PROPIO- permitía nominar lo singular a la vez que insertar al sujeto en una lógica compartida; Hoy por hoy comanda el objeto (J. A. Miller: "Una fantasía").

En aquel, los ideales comunes dejaban en claro la delimitación del bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, ofreciendo la opción de "transgredir" con la ilusión sostenida de que no hay imposibles, sino prohibidos. La idea del "objeto en el cenit" en cambio, envía a pensar en el Mercado como Otro anónimo vuelto protagonista. Pretende que hay, para todo vacío, "el objeto" adecuado. Si lo pensamos en términos pulsionales, hay para todos los gustos, para llenar la mirada, para tapar la boca, para regular a quien se satisface reteniendo y hasta para asegurar el éxito sexual. Ahora bien, sin mucho esfuerzo, lo real insiste, evidenciando el fracaso. ¿Qué queda para responder al mismo?, ¿qué oferta el discurso hipermoderno a los arreglos singulares cuando el objeto de mercado falla?

Hipótesis 1: En relación al significante del NP, ¿podemos pensar que lo que inscribe –en la lógica actual-, es más un signo que un significante?, ¿Podemos pensar, en lugar de Un Padre –marcado por el fracaso de un goce-, en Un Padre Fracasado? como los denunciados por violencia de género, sosteniendo –por un lado- el estatuto del padre de la horda, despótico, gozador y –por otro- despojo de carne, deshilachado ante una Ley que devela su impotencia sin revelar la lógica que lo hace existir.

Hipótesis 2: Hablamos de la maniobra publicitaria que sostiene el "hay relación sexual", lo que NO ES NOVEDOSO, todo arreglo de época se sostiene sobre la ilusión de la completud posible. Allá Freud con la primacía del falo y la "madurez sexual" como punto de llegada, posibilidad de una organización pulsional acorde. Hoy dicha ilusión se apoya sobre el objeto de mercado, saber científico mediante, la misma suposición de posibilidad de satisfacción; la cuestión es que el arribo al objeto allí era más por el lado del Ideal que por el lado de lo abyecto (como en la lógica actual). Quién falla hoy en el mercado queda –aún adentro- en el exilio total.

Ahora bien, esta decadencia del NP es correlativa a la llamada "Feminización del mundo". Pensando esta operación en el escenario jurídico y las demandas actuales advierto:

  • Por un lado: la evidencia enlas nuevas legislaciones. La emergencia de las mujeres en el escenario político-social, genera que las leyes aparezcan "por fuera de la (vieja) ley"; "abonadas al inconsciente", al decir de E. Laurent. A saber: despenalización del aborto: advertidas ellas de que la gestación no implica deseo, así como el alumbramiento no equivale al advenimiento de un hijo. Ley de matrimonio igualitario: mujeres dando el puntapié, sin asustarse de proclamar que la sexualidad no es equiparable al órgano genital que se porta. Leyes de violencia domestica: poniéndole voz al goce silencioso de intentar sacarle a lo femenino su intangible misterio (a las trompadas).
  • Por otro lado, el impacto de este cambio a nivel de las subjetividades y la respuesta institucional. Ante la "catarata" de sujetos desorientados, me pregunto: ¿Qué hace de límite a lo ilimitado del goce femenino? Las respuestas institucionales rápidamente intentan invertir la lógica incipiente, respondiendo "a lo macho": con protocolos que contabilizan los golpes, etiquetan los gustos sexuales, clasifican las angustias infantiles y coagulan a "ellas" en el lugar de víctimas.

Ante las alternativas que se reducen: al desborde del goce sin Padre o la maniobra desesperada por el retorno al orden perdido. Nos encuentra el psicoanálisis pispiando en el sutil detalle que se resiste a la moda y buscando hacer, de lo imposible, una ocasión para la invención.