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El horror al saber en la formación del analista | Noche de carteles | Cuatro+Uno
NOCHE DE CARTELES

El horror al saber en la formación del analista [1]
Paula Vallejo

 

En el trabajo sobre mi rasgo partí de lo que Lacan afirma en la "Proposición de Octubre…" cuando dice que hay un real en juego en la formación de los analistas, afirmando, al mismo tiempo, que ese real es sistemáticamente negado, desconocido, tanto por los analistas como por las sociedades de las que estos forman parte.

Considero que la mención de Lacan al real en juego en la formación nos permite introducir la cuestión del horror al saber, o más bien, al agujero en el saber, que apunta a la idea del "no hay relación sexual". Encontré una indicación muy precisa respecto de este punto en la "Nota italiana"[2], donde Lacan señala que es necesario para un analista haber podido cernir, por su análisis, "la causa de su horror, del propio, el suyo, separado del de todos, horror de saber", para poder hacerse cargo del deseo de saber, que liga allí al entusiasmo.

 

El horror al saber en el análisis

Es constatable que la entrada en el dispositivo analítico aloja el horror al saber de cada analizante al ubicar del lado del analista ese objeto que el sujeto no reconoce como propio, que no representa para él lo que ama de sí, sino que constituye una parte rechazada de ese sí mismo que él cree ser. A partir de las conversaciones sostenidas en el cartel pude poner a trabajar la idea de que en el análisis habría dos modos de enfrentarse a este horror: el primero, por la vía de la elucubración del inconsciente, que es un modo de no terminar de saber creyendo que uno no puede, lo cual lleva a la infinitización. En esta vía, y sostenido por la equivocación de la transferencia, el sujeto emprende el camino de la satisfacción del desciframiento inconsciente que Lacan vinculó al gay savoir o saber alegre. Avanza así en dirección a su deseo, sólo para descubrir que en su reverso hay un real que aún insiste y que él no cesa de desconocer. La segunda forma–y ciertamente la única capaz de hacer frente a ese horror- es el acto de decisión del sujeto que consiente al salto necesario, acto que situamos al final del análisis, pero no solamente.

De este modo, el amor al saber, amor al inconsciente, demuestra ser solidario de la castración y por ello resulta necesario atravesar un duelo para alcanzar el saber del no hay relación sexual. Se trata del duelo por el dos inaccesible, que cada analizante experimenta como un duelo por el objeto. La desinvestidura libidinal que produce la extracción del objeto permite despejar así el campo del goce fantasmático, abriendo una vía diferente donde lo opaco al sentido indica que se trata de otro territorio, indescifrable, pero no por ello intratable.

En la conversación en el cartel ubicamos también el horror al saber ligado al rechazo de las propias condiciones de goce. Diferenciamos un horror ante el "no hay" de la relación sexual (rechazo a la castración) y también un horror ante "lo que hay" (el kakón de cada uno).

 

El horror al saber en neurosis y psicosis

El horror al saber es lo que arma la neurosis. Nadie quiere saber de su diferencia radical, esa singularidad tan íntimamente ligada al goce que no puede ser fácilmente reconocida como propia. El recurso a la identificación es lo que le asegura al neurótico un ser permitiéndole formar parte de un conjunto. Si tomamos la perspectiva del sinthome, la identificación es una defensa, la primera que arma el sujeto para instalarse en el mundo. Pero es una defensa necesaria, ya que como dice Lacan, el que no se identifica está para encerrar. De allí que la neurosis siga la vía de la identificación, el mito y/o el Ideal.

¿Qué sucede con la psicosis? Sin estar más que precariamente aferrada a este recurso, está más próxima a testimoniar acerca del efecto de lucidez característico de quien avanza sin barreras sobre el propio horror. Efecto que no hay que idealizar puesto que va acompañado de un enorme padecimiento.

Así lo expresa un paciente, para quien el saber tiene todo su peso: "A diferencia de la mayoría de las personas mi sinceridad me ha llevado a atravesar fronteras que por otros nunca fueron transpuestas. La señal, la alarma que previene a otros de que deberían detenerse en la exploración, dar media vuelta o renegar de su curiosidad, está constituida precisamente por la "pérdida de sentido" que experimentan e interpretan como amenaza. … y la interpretan de tal forma porque lo han aprendido así de pequeños. Otra función básica del aprendizaje desde pequeños es la copia de lo que otro hace. (…)

"Esa falta de sentido causa pavor y es cerrada en diversas culturas de maneras mágicas… como hace mucha gente, que vive envuelta en mitos y creencias absurdos.

"Obviamente ser lucido no es lo mismo que intuir la realidad…. la lucidez es el producto de un saber constructivo". (…)

 

De la impotencia a lo imposible

En la "Reseña del Seminario XIX", Lacan dice que un análisis sigue un trayecto que va de la impotencia (la que da la razón del fantasma) a la imposibilidad (la que encarna lo real)[3]. En el cartel se nos planteó la pregunta de si para hacer lugar a lo imposible es necesario primero reducir a nada el saber adquirido en el análisis a fin de hacer lugar a la contingencia (siguiendo entonces la secuencia atravesamiento del fantasma-arreglárselas con el sinthome), o si es la contingencia la que haría de ese saber adquirido una nada y por sí sola conseguiría demostrar lo imposible.

Sin poder responder concluyentemente sobre esta cuestión, esta pregunta me llevó a interrogarme por la posición del analista en este trayecto de destitución, es decir, por cómo hace lugar a este pasaje de la impotencia a lo imposible. Habiéndose prestado a ocupar el lugar vacío de saber soportando con su propio semblante el objeto que el analizante depositó en él y en torno al cual éste ha dado las vueltas de su análisis, el analista debe soportar algo más: debe soportar perder su agalma. Este es el acto del fin del análisis que un analista debería poder sostener para que su analizante se confronte a ese agujero en el saber, que no es otra cosa que el vacío que él mismo ha producido en el Otro por el recorrido de su análisis. Una advertencia de Lacan me alcanzó en este punto: la urgencia del fin del análisis también debe concebirse sobre el fondo de lo que se ubica como horror al saber[4]. Lo cual me permite pensar la cuestión de la espera y la disposición a la contingencia.

Sostener que debe haber un acto del analista, un acto de destitución, pone en juego la propia relación al agujero en el saber que cada analista haya podido obtener de su análisis. Es por haber sabido hacer frente al horror de un franqueamiento que lo deja sin Otro que podrá orientar los análisis que conduzca, no meramente en el sentido del saber epistémico sino del saber como ligado al goce. "El psicoanálisis nos enseña -dice Lacan- que todo saber ingenuo está asociado a un encubrimiento de goce...o sea, que nos enseña el trazado impuesto al goce"[5]

 

El horror al saber como horror al acto

Finalmente, hablamos en el cartel sobre los impasses en una cura ligados al horror al saber por parte del analista. Sabemos que este horror al saber se juega del lado del analista como horror al acto. En este sentido, el horror al saber se presenta como el resorte mismo del amor a la verdad y es lo que generalmente se llama resistencia.

Conversamos también acerca de cómo la posición de cada uno respecto de su propio horror tratado en el análisis puede volver a encontrarse operando en los dispositivos de Escuela. Resulta necesario verificar entonces si estos favorecen, si propician o no, la existencia de ese punto que descompleta el saber, ese punto que Lacan llamó S(%), si contemplan por ende la posibilidad de alojar esa singularidad a partir de la cual puede inventarse un saber. Considero que sería pensar a estos dispositivos como capaces de tratar el horror al saber de la no relación sexual que habita en toda comunidad, a través del uno por uno del síntoma.

 

"Una relación pacificada con el saber"

No creo estar revelando ninguna originalidad al decir que mi relación al saber siempre estuvo marcada por cierto tormento. En mi caso, este tormento tomó tempranamente la forma de un síntoma que se presentaba repetidamente como un temor a quedarme en blanco frente a los otros. A partir de este síntoma se ordenó mi respuesta: evitar el blanco –una forma del agujero- cubriéndolo con el saber. Esta "solución" de mi neurosis me mantuvo alejada mucho tiempo del trabajo en carteles, por cuanto había algo allí que intuía como una amenaza respecto de la buena forma que pretendía para el saber. Esa pretensión funcionaba como defensa, impidiéndome al mismo tiempo reconocer lo que había de más propio en mi decir.

Al escuchar el testimonio de Guy Briole en las pasadas Jornadas del CIEC de Córdoba, y asistir luego a la conferencia que él diera durante el transcurso de las mismas, me surgió una frase para calificar lo que su decir me transmitía: "una relación pacificada con el saber". No pude no pensar en el rasgo que había elegido para mi trabajo de este cartel, rasgo que venía insistiendo para mí desde hacía tiempo y resonaba con el de otro cartel en el cual me preguntaba por el deseo del analista en la clínica del sinthome. Pude verificar allí, en la contingencia de estos hallazgos, un efecto de formación surgido de lo más rechazado, que pasó a constituirse para mí en una brújula que orienta mi trabajo: mi ambición de alcanzar un saber que pudiera cubrir totalmente ese blanco, o dicho de otra manera, la creencia en que el saber podría dar cuenta de la totalidad del goce, era lo que constituía mi tormento. El horror al blanco, que ahora puedo identificar como una forma del horror al saber (de la no relación), jugaba su partida sin que pudiera advertirlo, disfrazado con los ropajes mismos del saber.

Como afirma Florencia Dassen, es necesario "…cesar con la "glotonería del saber absoluto" para que el saber que hay, subsista trabajándose…"[6]. En esta vía, espero poder obtener de mi trabajo en el cartel –que no es sin el análisis y el control- una relación menos tortuosa con lo que se sabe y también, y sobre todo, con lo que no se sabe.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. Trabajo presentado en la Noche de Carteles de la EOL, el 23 de mayo de 2013. El tema del cartel es Experiencia de Escuela y formación del analista. Sus integrantes: Ana Larrosa, Florencia Menseguez, María Laura Errecarte, Marcela Molinari, Marcela Negro, Adriana Lafogiannis, Diego Villaverde, Gradiva Reiter, Natalia Andreini, Celina Camps, Paula Vallejo. Más Uno: Paula Szabo.
  2. Lacan, J. "Nota italiana", en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2011.
  3. Lacan, J. "Reseña del seminario XIX" en: …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 238.
  4. Cfr. Miller, J-A. En: Sutilezas analíticas: "el pase es el antónimo de la urgencia…el final del análisis tiene lugar cuando ya no hay más urgencia, en tanto de mi modo de gozar logré extraer una satisfacción que apacigua mi urgencia".
  5. Lacan, J. Seminario 19, …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2011, p. 149.
  6. Dassen, Florencia. "Tomar la palabra". Presentación en la noche de los AE en la EOL, Junio de 2002, Buenos Aires. En la página de wapol.org