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Un borde que hace Escuela | El cartel en el mundo | Cuatro+Uno
EL CARTEL EN EL MUNDO

Un borde que hace Escuela *
Ana Viganó

 

Nuestro cartel-comisión

Las siguientes reflexiones son producto de la conversación que llevamos a cabo en el seno de un cartel regional de la NEL, cuyo apuesta es la de hacer concurrir en el mismo movimiento las dos fuerzas que, en tensión, articulan la vida de la Escuela: lo institucional propiamente dicho, lo organizativo incluso burocrático que es la modalidad de intercambio necesaria a la responsabilidad de una comisión -en tanto gestiona una tarea delegada- y lo que fundamenta, como principio orientador, toda esa práctica institucional y sus lazos asociativos, es decir, el trabajo de Escuela. Tensión que se renueva una y otra vez ya que no está garantizada la permanencia de esas fuerzas en forma conjunta. Así, desde hace un tiempo nos conformamos como comisión de carteles de la NEL y, a la vez, como cartel que trabaja sobre temas afines a lo que se relaciona con el lugar del cartel en la Escuela. Me acompañan en este desafío las colegas Mayra de Hanze, Mercedes Iglesias, Mónica Pelliza y Claudia Velásquez, con quienes en esta ocasión nos propusimos elucidar la relación siempre privilegiada entre cartel y formación del analista bajo una pregunta general: "¿Qué es lo que, en el cartel, forma?" Cada una irá tomando diferentes rasgos de trabajo, a partir de lo que esta pregunta suscita y de los avatares que surgirán dándonos la brújula para avanzar en tanto Comisión de la Escuela.

 

La Escuela del cartel

El cartel es un dispositivo definido por la fórmula "x+1", que despeja la estructura presente en todo grupo. Sustenta su eficacia en la permutación, haciendo uso de la lógica desprendida de la psicología de las masas pero actuando contra ella con un cierto forzamiento deducido de una lógica diferente, la lógica del no-todo.

Como ya destacó suficientemente Miller[1], Lacan no habla de la ejecución de un trabajo entre otros sino del trabajo; tampoco dice que se tratará de una elaboración sostenida por un pequeño grupo, sino en un pequeño grupo a condición de saber que no se trata de cualquier grupo. La propuesta de Lacan no reniega, entonces, ni de las iniciativas personales, ni de la dinámica grupal, ni de la existencia de líderes. Pero inventa un dispositivo que las pone a funcionar en una dinámica diferente, que permite:

  • que las iniciativas sean sometidas a condiciones de crítica y control de otros –los pares impares- de la Escuela;
  • que se lleve al mínimo posible los efectos de grupo que son siempre efectos de segregación;
  • que el más uno tome a su cargo la condición de liderazgo, en tanto "su arte"[2] está en no agotarse encarnando tal liderazgo, sino en insertar el efecto de sujeto en el cartel.

El más-uno no es el sujeto del cartel, sino que hace de la división subjetiva una función que pone al trabajo, haciéndose él mismo el soporte de la división subjetiva, advertido como debe estar de la razón que divide. Este efecto subjetivo quedaría en la cuenta del buen provocador, aquel que promueve siempre la buena pregunta y que por esta intervención permite precipitar el rasgo apropiado con el que cada sujeto se hará representar en el trabajo.

Y si estamos de acuerdo en que es una función, la estructura misma lleva a la consideración de que, en tanto haya cartel, esta función puede circular. No se trata solamente de entender la analogía con el proyecto Bourbaki en términos de aportaciones teóricas y construcciones colectivas, sino también en tanto la función más-uno es un operador que debe encarnarse cada vez, pero cualquiera puede encarnarla; la función se encarna. Miller señala que "cuando dos o tres personas hablan juntas, vayan a saber quién hizo emerger la cosa. Está el que la dijo, pero también el que se la hizo decir y el que se dio cuenta de que era importante."[3] La puesta en marcha de esta función más-uno es signo de lo que me gusta llamar estar cartelizados. Pero si el espíritu Bourbaki es el que conviene al trabajo del cartel, la diferencia se establece a nivel del producto: en el cartel, el producto es propio de cada uno.

Las condiciones de producción del cartel implican una puesta en forma del mismo que requiere de, al menos, un doble consentimiento: a un deseo de saber que no sea anónimo y a una cesión de goce a favor del lazo social que allí se funda.

 

Hacia afuera/desde afuera: interrogar-se

La oferta del cartel es para todos, esto es, para todos los que se sientan convocados por el psicoanálisis -sean o no practicantes-, puesto que la Escuela es asunto de quienes se interesan por el psicoanálisis en acto.[4] El cartel es un lugar privilegiado para hacer avanzar al psicoanálisis por la desuposición del saber psicoanalítico adquirido, a favor de sostener siempre vivo un deseo de saber; pero es también lugar de acogida de otros saberes que no siendo propiamente psicoanalíticos, son puestos en un lugar de causa para este avance, razón de una interrogación responsable en el seno de una Escuela que no se cierra en sí misma. Nuestra práctica se desenvuelve en un contexto donde la globalización de los procesos productivos coloca a la cuantificación, la norma y la evaluación como las referencias obligadas y donde la elucidación de los sustratos neurobiológicos de ciertos procesos de cognición se traduce en una terapéutica cuya principal referencia es la medicalización de la vida. Si lo dicho funciona y se verifica como un problema inherente a la civilización que adquiere las formas de expresión de cada época, ¿La formación de los analistas se verá tentada de sucumbir a los efectos del nuevo Midas, que todo lo que toca lo vuelve evaluable? ¿Qué lazo será posible para aquellos que constituirían la serie de los no identificados, aquellos que han podido circunscribir lo que justamente no hace vínculo social con el Otro?

 

Hacia adentro/desde adentro: deseo de saber

En tanto propuesto por Lacan el cartel es parte de un legado. Pero no se trata sólo de una cuestión histórica aunque ésta tenga toda su importancia. Se trata de una herencia que está en el corazón mismo de la trasmisión del psicoanálisis -y de su práctica-: los psicoanalistas deben su asociación a la forzosa tarea de compartir un saber que no es comunicable de sujeto a sujeto. No hay intersubjetividad posible de este saber; lo que hay es transferencia y por eso deviene clara la tensión entre trasmisión y enseñanza: "lo que se trasmite no necesita de ninguna manera ser entendido." Pero podemos situar que si bien no toda trasmisión es una enseñanza, la enseñanza puede ser un modo posible de trasmisión. ¿Cuál es la clave de tal articulación? Laurent[5] hablará de una verdadera enseñanza cuando el aprender en cuestión es un a-prender que se dirige a lo no sabido, cuando se realiza en el borde de la ignorancia, de su imposible allí concernido, de su silencio fundacional.

El cartel es una "máquina de guerra contra el didacta y su pandilla"[6], contra los saberes instituidos y su dogmatización. Así, esta invención nacida de un concepto íntimamente ligado al monopolio y al poder, se opone al monopolio del saber globalizado, tecnocientífico y paratodista. Pero también –y fundamentalmente- pone en jaque la cuestión del saber en el seno mismo de la Escuela. Nadie puede arrogarse el saberlo todo sobre el psicoanálisis. Un analista, incluso luego de haber hecho el pase y haber sido nominado AE, puede saber con bastante exhaustividad sobre su síntoma, su propio deseo y la causa de goce que le anima, y aún trasmitir ese saber nuevo en una enseñanza, pero no lo sabe todo sobre el psicoanálisis, ni sobre el síntoma, el deseo y el goce del que se sienta a su lado.

El cartel se inscribe allí donde se enlaza una y otra perspectiva de formación:

  • Propuesta grupal; descompletada por "el más-o-menos-uno"[7];
  • Lógica colectiva de investigación; invención singular de cada uno –producida por la experiencia de cartel;
  • Producto de cada uno; expuesto y devuelto al conjunto.

El cartel pone sobre el tapete la tensión existente entre el deseo del analista –que no es de saber- y el deseo de saber, que es la posición analizante propiamente dicha.

 

El cartel: un borde que hace Escuela

Estamos cartelizados toda vez que opera esta condición "x+1" que produce un trabajo que, tocando el orden de lo singular, se dirige al otro del conjunto aportando un plus de saber. La contingencia hará funcionar como carteles experiencias de trabajo que quizás no estaban previstas como tales, y podrá haber carteles formalmente inscriptos en los catálogos que no alcancen a cumplir su cometido. Pero el cartel como dispositivo está allí ofreciendo su estructura de borde al buen ignorante que se proponga alguna articulación con el psicoanálisis en acto. Bisagra como estructura mínima de dos herrajes más un eje que permite el giro de dos superficies, demarcando topológicamente espacios y tiempos, bordeando algo de lo real singular de quien consienta a la experiencia y de lo real propio del psicoanálisis mismo. Así es como entiendo la fórmula con la que Miller desarrolla que el cartel transcurre entre el discurso analítico y el discurso histérico.

También así puedo pensar al cartel como respuesta de la Escuela a la civilización y su malestar: refugio que es resistencia; que permite articular, abrir pero también cerrar, poniendo un dique a la reproducción de ese malestar. Borde entre el adentro y el afuera de la Escuela –el psicoanálisis en extensión- pero también del adentro y el afuera en el seno mismo de la comunidad analítica y de cada uno, haciendo lugar para lo dispar, para la heterogeneidad de aquello que hace al otro -y a lo otro que hay en mí-, incomparable. El cartel se ubica sobre ese imposible grupal que aún así puede hacer lazo social.

Bisagra entre lo ya-sabido y lo no-sabido, y más aún entre lo ya-dicho y lo que siempre resta por decir.


NOTAS

* Muchas de estas reflexiones retoman el trabajo realizado en el cartel-comisión del período anterior, algunas de las cuales fueron publicadas en el libro ¿Cómo se forman los analistas? Grama ediciones.

  1. MILLER, J-A. La Escuela al revés. En El Caldero de la Escuela Nº 28. Buenos Aires: EOL, 1994.
  2. MILLER, J-A. Cinco variaciones sobre el tema de la "elaboración provocada". En Archivos de Psicoanálisis Nro. 2
  3. MILLER, J.-A. Ibid.
  4. LACAN, J. Acta de fundación. 21/06/1964
  5. LAURENT, E. Lo imposible de enseñar. En Del Edipo a la sexuación. Buenos Aires: Paidós, 2005. P. 272
  6. MILLER, J-A. El cartel… op. cit.
  7. Así es como Miller escribe la función, luego de manipular las estructuras discursivas siguiendo una lógica precisa, para situar al cartel entre el discurso analítico y el discurso histérico. Ver: MILLER, J-A. Cinco… op.cit.