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El tiempo del cartel | Productos | Cuatro+Uno
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El tiempo del cartel
Lucas Leserre

Agradezco la invitación por parte de Jorge Faraoni y Pablo Russo a participar de esta noche de Escuela.

"Que se diga queda olvidado, en lo que se dice, detrás de lo que se escucha"
(Jacques Lacan "El atolondradicho")

El "que se diga queda olvidado", el "que se diga"… De eso se trata entonces…

Hoy es la primera vez que tengo la oportunidad de hablar en público sobre este dispositivo inventado por Lacan y que junto al pase constituyen los dos modos paradigmáticos del tratamiento, en la Escuela, de los efectos de lo real de un grupo.

Para decirlo jugando en esa neo-lengua inventada a las orillas del Río de la Plata, el lunfardo: no engrupamos a la Escuela. ("engrupir" tiene al menos dos acepciones: mentir y estafar). Entonces, no "engrupamos" a la Escuela, ya que "todo grupo analítico es una defensa contra el discurso analítico". [1] De ahí que el cartel constituya una posibilidad de salir del engaño de grupo, o sea de ser y/o estar engrupidos.

Esta primera vez arrancó, como no podía ser de otra manera, con un malentendido. Hubo una primera invitación a hablar sobre "lo extraño del Cartel", título que de por sí inquieta y me inquieta… Las primeras respuestas (defensivas, por supuesto) aparecieron: lo extraño, para mí, es que… ¡existan los carteles! Y segundo, más extraño aún: ¡que funcionen!

 

Psicoanálisis a tiempo

Ese es el nombre del Cartel del cual participo - por primera vez - como más-uno. Si para Borges la sustancia de la que estamos hechos es el tiempo, y para Lacan es el goce, escribir "Psicoanálisis a tiempo" implica apuntar de algún modo a una cita donde se dé la conjunción del tiempo, nuestra materia, nuestro sujeto, nuestra estofa, con el goce siempre encarnado.

El Cartel se encuentra integrado por Verónica Castro, Ramiro Gómez Quarello, Delfina Lima Quintana, Luciana Nieto y Alejandra Rossi. Comenzó a funcionar hace un año y –extrañamente- ya se han producido cuatro trabajos singulares, con estos nombres: "El tiempo en la psicosis"; "El tiempo y la sesión analítica"; "Sören Kierkegaard" y "Psicoanálisis y tiempo". Los cuatro trabajos no son conclusivos sino que sus horizontes son preguntas. Y también existe un blog para tener un espacio en un lugar que no existe. En fin…

¿Qué maquinaria se puso en juego, se pone en juego en un cartel? Más aún, ¿qué empuja, qué fuerza a esa máquina? Lacan en su seminario "Momento de Concluir" decía forçage que en general suele traducirse como "activación". Forçage es un sustantivo que quiere decir: cultivar una planta fuera de temporada. La idea es "forzar" algo en un momento que no es el políticamente correcto, adecuado, conveniente, sino que es, si puedo decirlo así, un extemporáneo, un fuera de tiempo. Seguimos en esta dimensión que no apela al cronos sino al éxtimo.

Entonces ¿qué empuja?, ¿qué hace que la maquinaria del cartel se active? La respuesta más afortunada es: ¡El cartel como lazo! Por un lado tenemos el lazo entre los integrantes del cartel y, por otro, el lazo del cartel a la Escuela.

En este caso el lazo entre los integrantes es previo a la constitución del cartel y podemos decir que ese lazo ya implicaba una transferencia al trabajo.

Por otra parte el lazo del cartel a la Escuela implica en sí mismo una política.

Entonces, cuatro puntos (siempre caemos en el "cuatro"): primero: si el discurso es una forma de lazo social y el discurso histérico es su paradigma, discurso que Miller propone para la estructura del cartel, donc, se puede ubicar a la política como forma de lazo social, y a los cuatro discursos como modos distintos de llevar a cabo una política.

Segundo: si el discurso del que se trata en un cartel es el de a histeria, el más-uno, es menos-uno, pues es en realidad el que toma a su cargo la división subjetiva, la función de la falta.

Tercero: una política del cartel tiene como horizonte el significante Escuela, significante que representa el significante de la falta del Otro. En el cartel se trataría de imponer, de forçage, esta lógica ligada a la producción de saber.

Cuarto: La respuesta afortunada es la del lazo sólo en tanto el objeto a que no es sino semblante, se encuentra – dicho metafóricamente, como hace Lacan - "detrás" como lo que causa la función del más-uno, parafraseando a Miller, pero también me atrevo a decir que funciona por debajo de la escena, en su función de ágalma de la Escuela.

Concluimos entonces que en el cartel se trata del malentendido cuya causa es el objeto a, y sabemos que no hay transmisión sino del malentendido.

Así el "que se diga" circula entre los miembros de un cartel y es lo que vehiculiza aquello que activa, fuera del tiempo de los astros, a la producción.

Querer estar en un Cartel, así lo entiendo, es querer formar parte de una política hacia la Escuela, es constituir una política, es decidir estar y transcurrir en una política que no es sino la polis de los analistas de orientación lacaniana.

Los psicoanalistas tienen que estar agrupados decía el Profesor Freud. Aquí estamos.

"La Escuela será una escena para ustedes, dice Miller, otra escena que estará en nuestros sueños, la amaremos, la odiaremos, estará en las reacciones con nuestros colegas, compañeros, a veces, hasta de modo sintomático". [2]

Mayo de 2011


NOTAS

  1. Miller, J.-A. (1998) "La Escuela de Lacan" en Elucidación de Lacan, EOL-Paidós, Buenos Aires, 517.
  2. Idem, p. 557.